Cuando presumes felicidad en redes alguien se quiebra en silencio
Responsabilidad y autenticidad: lo que falta en nuestras publicaciones en redes.
Publicar lo bueno y esconder lo malo en redes no es inocente. Cada vez que presumes tu felicidad, tus logros o tu vida 'perfecta', hay alguien al otro lado de la pantalla comparándose, sintiéndose menos, quebrándose por dentro sin que tú lo sepas. No porque tu éxito sea malo, sino porque en la dinámica de las redes muchos olvidamos que la vida real no es un catálogo de sonrisas y victorias.
Cuando filtras meticulosamente cada foto, cada texto y cada instante para mostrar solo la parte bonita de tu vida, no estás siendo 'social', estás siendo egoísta e insensible.
Cuando publicas solo tus éxitos, ¿por qué lo haces? Tal vez es para 'venderte' como una versión mejorada de ti mismo, tal vez es para tapar inseguridades y usar los 'me gusta' como vendas emocionales o tal vez simplemente te gusta alardear.
El problema no es que compartas, sino que lo haces de forma selectiva y asimétrica. Antes la lógica era simple: cuanto más cercana era una persona, más acceso tenía a tus victorias y también a tus fracasos. Con algunos solo hablabas de temas superficiales, con otros contabas cosas un poco más profundas y con unos pocos te abrías por completo. Ahora la dinámica está invertida: tus mayores éxitos los ven todos, desde tu mamá hasta ese excompañero que apenas recuerdas, mientras tus tristezas y derrotas se quedan guardadas bajo llave o reservadas a un par de personas.
Esto crea un desbalance que no es inocente. Por un lado distorsiona la manera en la que nos relacionamos, porque las redes sociales fabrican la ilusión de que todos viven en una constante fiesta de logros, viajes, romances perfectos y cuerpos esculpidos. Por otro lado, golpea la salud emocional, tanto la tuya como la de los demás. Te lo explico:
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Refuerza comparaciones irreales. Si solo muestras lo bueno, los demás se comparan con una versión incompleta de tu vida.
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Alimenta la ansiedad y la insatisfacción. La gente empieza a sentir que está 'quedándose atrás' mientras todos parecen avanzar.
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Reduce la autenticidad en las relaciones. Mostrar solo una parte te aleja de la conexión genuina, porque las conexiones reales surgen con las personas que conocen tus luces y tus sombras.
Es cierto que las grandes empresas detrás de las redes sociales son las principales arquitectas de este ambiente tóxico, diseñan algoritmos y dinámicas pensadas para mantenernos enganchados, manipulando nuestras emociones y comportamientos. Pero eso no significa que los usuarios estemos libres de responsabilidad. Somos quienes alimentamos ese sistema con cada publicación y cada 'me gusta'. Sin autocrítica ni conciencia, nos convertimos en cómplices activos de este ambiente. Reconocer esta doble responsabilidad es el primer paso para cambiar la manera en que usamos estas plataformas y el clima emocional que generamos en ellas.
Por eso, cuando participas del lado fácil de este desequilibrio, el del alardeo, conviene que lo hagas con algo de conciencia. No se trata de sentirte culpable por cada foto bonita que subes, pero sí de entender que en un sistema como las redes que está diseñado para ser adictivo y tóxico, tu contenido no es inocuo. Y aunque no seas responsable de cómo se sienten los demás, sí eres parte de un ecosistema que influye en esas emociones.
No te digo que dejes de publicar, ni que conviertas tu perfil en un diario de tragedias, pero bájale al postureo. Combina publicaciones neutras con positivas, deja que haya espacio para lo auténtico y no solo para lo que te hace ver como una versión mejorada de ti mismo. Si no lo quieres hacer por bondad con los demás, al menos por coherencia contigo mismo. Porque al final, en un entorno que ya está diseñado para ser tóxico, la única forma de que no se vuelva insoportable es que los de abajo dejemos de alimentar el veneno.